Alrededor del año 1857, Antonio Meucci construyó un teléfono para conectar su oficina con su dormitorio, ubicado en el segundo piso, debido al reumatismo de su esposa. Sin embargo carecía del dinero suficiente para patentar su invento, por lo que lo presentó a una empresa (Western Union, quienes promocionaron el «invento» de Graham Bell) que no le prestó atención, pero que tampoco le devolvió los materiales.
En 1876, tras haber descubierto que para transmitir voz humana solo se podía utilizar una corriente continua, el inventor escocés nacionalizado en EE. UU. Alexander Graham Bell construyó y patentó unas horas antes que su compatriota Elisha Gray el primer teléfono capaz de transmitir y recibir voz humana con toda su calidad y timbre. Tampoco se debe dejar de lado a Thomas Alva Edison, que introdujo notables mejoras en el sistema, entre las que se encuentra el micrófono de gránulos de carbón.
El 11 de junio de 2002, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la resolución 269 por la que reconoció que el inventor del teléfono había sido Antonio Meucci y no Alexander Graham Bell. En la resolución, aprobada por unanimidad, los representantes estadounidenses estiman que «la vida y obra de Antonio Meucci debe ser reconocida legalmente, y que su trabajo en la invención del teléfono debe ser admitida». Según el texto de esta resolución, Meucci instaló un dispositivo rudimentario de telecomunicaciones entre el sótano de su casa de Staten Island (Nueva York) y la habitación de su mujer, en la primera planta.
Antonio Meucci, primer teléfono.
Foto: Graham Bell haciendo la primera llamada telefónica entre Chicago y Nueva York en 1892
CENTRAL TELEFÓNICA
El concepto de implantar una central telefónica, por cuyo medio un teléfono pudiese conectarse con otro teléfono, fue propuesta por Edwin T. Holmes, quien dirigió una central de esta clase en 1877, en vínculo con su sistema de alarma contra ladrones en Boston.
En este sistema, el par de hilos que sale de nuestro teléfono van sobre postes, al aire libre o subterráneos, recubiertos de aislante, a un edificio donde cientos de cables semejantes concurren para la interconexión.
En la central con operadoras, que estableció el adelanto tecnológico posterior, había muchas empleadas, sentadas una al lado de las otras, delante de un cuadro de distribución telefónico.
Cada una de estas empleadas estaba provista de un receptor y un emisor, ubicados delante de ellas en un panel, quedando así las manos libres. El frente del cuadro estaba formado por un gran número de orificios pequeños llamados “jacks” y al lado de cada agujero estaba colocada una pequeña lámpara eléctrica. Cada uno de estos orificios representaba el final de una línea telefónica. Entre el operador y la cara vertical del cuadro había un estante angosto, de donde sobresalían cientos de terminales con la extremidad de metal. Estos se llamaban “clavijas”, e iban unidas a los cabos de cordones flexibles.
Cuando un abonado desmontaba su receptor del gancho, se prendía una de las diminutas lámparas del cuadro, y la operadora más próxima tomaba una de las clavijas y la insertaba en el jack adyacente a la bombilla encendida. La lámpara se apagaba, pero al mismo tiempo se encendía otra en el banco al lado del cordón flexible. La telefonista entonces cerraba un conmutador situado en el banco o estante que conectaba su teléfono con el del abonado y decía: “¡Central!” Al recibir el número que se deseaba, la telefonista tomaba otra clavija, la conectaba bajo el banco a la primera, la insertaba en el jack que pertenecía al número pedido y apretaba un botón, que hacía sonar el teléfono de la persona a quien se llamaba.
Tan pronto como la persona, al contestar a la llamada, descolgaba el receptor de su teléfono, la lámpara adyacente al primer flexible se apagaba, indicando a la telefonista que había sido hecha la conexión pedida. Como el teléfono de aquélla era desconectado de la línea después de recibir el número deseado, quedaba la telefonista libre para establecer otras conexiones. Cuando el abonado en una línea volvía a colgar el receptor de su teléfono, la lámpara adyacente al flexible correspondiente se encendía, la telefonista retiraba la clavija, apagándose la lámpara, y se volvía a colocar la pieza en el estante. En una central telefónica activa las lámparas del cuadro estaban continuamente encendiéndose y apagándose, acompañadas de las llamadas, ” ¡central! “, y el tictac de las clavijas.
En este sistema, el par de hilos que sale de nuestro teléfono van sobre postes, al aire libre o subterráneos, recubiertos de aislante, a un edificio donde cientos de cables semejantes concurren para la interconexión.
En la central con operadoras, que estableció el adelanto tecnológico posterior, había muchas empleadas, sentadas una al lado de las otras, delante de un cuadro de distribución telefónico.
Cada una de estas empleadas estaba provista de un receptor y un emisor, ubicados delante de ellas en un panel, quedando así las manos libres. El frente del cuadro estaba formado por un gran número de orificios pequeños llamados “jacks” y al lado de cada agujero estaba colocada una pequeña lámpara eléctrica. Cada uno de estos orificios representaba el final de una línea telefónica. Entre el operador y la cara vertical del cuadro había un estante angosto, de donde sobresalían cientos de terminales con la extremidad de metal. Estos se llamaban “clavijas”, e iban unidas a los cabos de cordones flexibles.
Cuando un abonado desmontaba su receptor del gancho, se prendía una de las diminutas lámparas del cuadro, y la operadora más próxima tomaba una de las clavijas y la insertaba en el jack adyacente a la bombilla encendida. La lámpara se apagaba, pero al mismo tiempo se encendía otra en el banco al lado del cordón flexible. La telefonista entonces cerraba un conmutador situado en el banco o estante que conectaba su teléfono con el del abonado y decía: “¡Central!” Al recibir el número que se deseaba, la telefonista tomaba otra clavija, la conectaba bajo el banco a la primera, la insertaba en el jack que pertenecía al número pedido y apretaba un botón, que hacía sonar el teléfono de la persona a quien se llamaba.
Tan pronto como la persona, al contestar a la llamada, descolgaba el receptor de su teléfono, la lámpara adyacente al primer flexible se apagaba, indicando a la telefonista que había sido hecha la conexión pedida. Como el teléfono de aquélla era desconectado de la línea después de recibir el número deseado, quedaba la telefonista libre para establecer otras conexiones. Cuando el abonado en una línea volvía a colgar el receptor de su teléfono, la lámpara adyacente al flexible correspondiente se encendía, la telefonista retiraba la clavija, apagándose la lámpara, y se volvía a colocar la pieza en el estante. En una central telefónica activa las lámparas del cuadro estaban continuamente encendiéndose y apagándose, acompañadas de las llamadas, ” ¡central! “, y el tictac de las clavijas.
En el siguiente video podemos ver como era la labor de las operadoras de telefonía en1938
https://www.youtube.com/watch?v=nEy7Zb1Noj8&feature=player_embedded
La evolución de los celulares 30 años después 1983-2013
Evolución del teléfono
http://www.ondacultural.org/El_telefono_en_breve
http://es.wikipedia.org/wiki/Tel%C3%A9fono